Anastasia Nikoláyevna Románova: una princesa rusa marcada por la tragedia de una revolución

Anastasia Nikoláyevna Románova (Анастаси́я Никола́евна Рома́нова) Рома́нова nació el 18 de junio de 1901 en el palacio de Peterhof, fue la menor de las hijas del último zar de Rusia, Nicolás II, y de la zarina Alejandra Fiódorovna. Su vida estuvo marcada por la opulencia de la corte zarista y la tragedia de la Revolución Rusa, su historia ha sido objeto de fascinación y debate durante muchas décadas. A pesar de su posición, era conocida por su personalidad vivaz y traviesa, muy diferente a la de sus hermanas mayores. Su relación con su hermano menor, el zarevich Alexei, era especialmente cercana, ya que ambos compartían la soledad de vivir con una enfermedad hereditaria que era la hemofilia.


Contrario a la imagen de lujo que evoca el nombre Romanov, las memorias de quienes conocieron a la familia imperial revelan una realidad más sencilla.  Se cuenta que la infancia Anastasia fue de lo más austera, compartía una habitación con su hermana María, decorada con tonos suaves y elementos religiosos. Sus muebles eran sencillos, casi espartanos, y su cama, un simple catre militar. Este detalle nos muestra un lado más humano y menos ostentoso de la vida en el palacio.  A pesar de su vida privilegiada, Anastasia, como sus hermanos, recibía una educación formal en casa. Desde los ocho años, su día a día incluía un riguroso plan de estudios que abarcaba desde idiomas como el francés, inglés y alemán, hasta materias como historia, geografía y ciencias naturales. Sin embargo, a diferencia de sus hermanas mayores, aunque se sabe perfectamente que Anastasia no era precisamente una estudiante aplicada.

La Revolución Rusa de 1917 puso fin al reinado de los Romanov y sumió a la familia imperial en una situación cada vez más precaria. Nicolás II abdicó al trono y la familia fue exiliada a Tobolsk, Siberia. Las condiciones de vida se deterioraron drásticamente, pero Anastasia y su familia trataron de mantener una apariencia de normalidad. En julio de 1918, los Romanov fueron trasladados a la Casa Ipátiev en Ekaterimburgo, donde fueron asesinados a sangre fría por un pelotón de fusilamiento bolchevique, para ese entonces Anastasia tenía 16 años de edad.  A pesar de las pruebas contundentes de la muerte de la familia imperial, persisten las teorías sobre la posible supervivencia de Anastasia. Numerosas mujeres con el pasar de los años han afirmado ser la gran duquesa, generando una gran cantidad de rumores y especulaciones, el caso más famoso sobre estas supuestas identidades fue el de Anna Anderson.





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